Hasta
no hace demasiado, se pensaba que la nicotina no era adictiva, y que el adicto
lo era realmente al “hábito de fumar”, no a la nicotina en sí.
Esta
opinión se veía respaldada por el hecho de que muchos fumadores desplazados de
su lugar habitual de autoadministración, no sentían la necesidad imperiosa de
fumar (quien fumaba siempre un cigarrillo tras desayunar, no lo hacía si no
desayunaba o cambiaba de lugar al hacerlo)
No
obstante, hoy día se le considera como una droga adictiva, sin reservas. Y
tiene características que la hacen una droga particularmente insidiosa, a
saber:
-
al absorberse por vía pulmonar, y atravesar muy bien la barrera
hematoencefálica, produce efectos demostrables en el SNC en tan sólo 7
segundos.
-
Cada aspiración produce un refuerzo positivo, y si consideramos 10
aspiraciones por cigarrillo, el fumador de una cajetilla diaria refuerza su hábito
200 veces diarias. No hay otra droga que produzca un refuerzo positivo
cuantitativamente mayor.
-
La dependencia generada por la nicotina es de duración extrema, y se
refleja en la altísima tasa de fracasos entre fumadores que desean dejar su hábito
(el 88% tiene deseo de dejarlo, el 35% lo intenta cada año, y sólo el 5% lo
logra sin ayuda)
Numerosos
datos experimentales demuestran su poder adictivo:
-
los animales de experimentación responden positivamente en los test
psicofarmacológicos de preferencia condicionada de lugar, auto-administración y
auto-estimulación intracraneal.
-
La respuesta como reforzador positivo es de menor intensidad que la cocaína,
pero muy significativa y con un proceso conductual análogo
-
Los primeros síntomas de adicción aparecen a los pocos días de fumar sólo
unos cuantos cigarrillos. No es un proceso lento y gradual, sino muy rápido
(aunque depende de las características del fumador)
-
Y, como toda droga, produce claros efectos de dependencia (tolerancia
y síndrome de abstinencia)
Hablaremos
más del tabaco en próximos artículos.
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