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jueves, 24 de marzo de 2016

¿Es inevitable la guerra?



La guerra está presente en la vida humana desde sus orígenes. ¿Es algo innato en nosotros como especie? ¿O podemos, como seres inteligentes, acabar con este hecho y trascender a un mundo sin violencia?




Erasmo, humanista holandés del S. XVI apuesta por el hombre. Denuncia la cultura de la violencia y en especial, la forma más extrema de la misma como es la guerra. Este será su programa y también su utopía.

La paz sólo será posible si es universal, si abarca a todos los hombres, cristianos y no cristianos, pues todos los hombres están unidos por una hermandad. “Lo que se gana por la espada, se pierde por la espada”

Su pacifismo es doble, pues la guerra se debe a un doble proceso de degeneración: la del hombre como sujeto racional (el aspecto del ser humano revela que no está hecho para la guerra sino para el abrazo, la sonrisa, la palabra) y la del cristianismo (que mezcla de forma infame la espada con la cruz)

La guerra no es sólo la ruina del cuerpo, también del alma. Pues no hay guerra justa (no se lucha por defender a la familia), y se sugiere una resistencia pasiva por parte del cristiano ante el atacante. La lucha por el mal es la única permitida al cristiano.

Debemos hacer una nueva lectura de los textos sagrados y darnos cuenta de que Cristo es el príncipe de la paz. No debemos emplear la violencia para extender nuestras creencias


El gobernante no debe anteponer sus intereses (tirano) sino los del pueblo, y buscar a toda costa la paz. Hace una serie de sugerencias para evitar las armas, a saber: recurrir al arbitraje, apelar a la cordura de los príncipes, poner en puestos de máxima relevancia a los defensores de la paz, fomentar la cultura del desarme, estabilizar la situación territorial, sustraer al príncipe el derecho a declarar la guerra, comprar la paz si es necesario, eliminar los antagonismos nacionales, establecer una cultura de paz, recurrir a la terapia de la lengua.

Desgraciadamente su utopía de paz fracasó, como él mismo reconoció: “ahora las cosas han llegado tan lejos, que hay que poner el epitafio a la paz cuando ya no queda esperanza”.





Maquiavelo constituye la antítesis al pensamiento anterior de Erasmo
Opina que la consecución de la paz civil requiere del recurso a la violencia, inevitable, incluso la violación de las sagradas normas de moralidad.
Ello es una exigencia derivada de la naturaza misma de los hombres, y frente a la utopía nos presenta su realismo político.

Ahora bien, Maquiavelo es contrario a un gobierno tiránico, pero piensa que los consejos moralizadores de los humanistas arruinan la convivencia civil. Si los hombres fueran buenos, no sería necesario recurrir a la injusticia, el engaño, la violencia… pero como no lo son, necesitamos medios extraordinarios. No es una violencia caprichosa sino necesaria. Y para ello es necesario el Estado, que se regirá por el principio de eficacia.

La guerra y su preparación es el objetivo principal del príncipe. No es un canto a la guerra como algo grandioso, sino una exigencia para garantizar la libertad y seguridad del pueblo.





Años más tarde, Freud opinó sobre la guerra, la cual “era una totalidad, no una acción militar aislada sino una cultura entera la que entra en juego, en su antes y en su después”. Su pensamiento rebosa pesimismo sobre el ser humano.

La creencia en el triunfo de la bondad sobre la maldad, a través de la educación, la ética y otras manifestaciones culturales, ha resultado ser un puro deseo ingenuo y narcisista más que un logro tangible. Lo que impera son las pulsiones, que cuando la situación es propicia, se expanden movidas por el interés y el egoísmo



Freud, el investigador de la psique humana, se siente incompetente para aclarar los aspectos ocultos de la mente que obstaculizan el camino hacia la paz. Todo se origina por la violencia que tiene como fin eliminar al enemigo y luego se transforma en esclavización del mismo y en resentimiento y venganza hacia el primero, por lo que la violencia retorna con una máscara distinta.

Como la violencia es imposible de eliminar, propone aceptarla y huir de utopías. Asumir y reconocer la violencia aporta al menos sinceridad. Eludir la agresividad y contenerla, tiene el alto precio de contribuir al malestar social. 

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