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jueves, 31 de marzo de 2016

Lévinas: una filosofía de la hospitalidad




1. Nosotros y los otros
Para Lévinas al percibir al otro es preciso afirmar a la vez su semejanza con nosotros mismos, y su diferencia. La experiencia del rostro del otro es aquella por la que nos desenclaustramos de nosotros mismos y nos abrimos a una dimensión que sobrepasa cualquier totalidad.

La obra de Lévinas es reconstruir la sabiduría hebraica a su verdad originaria. Se desvincula del pensamiento y cultura occidental para proponer un desraizamiento del suelo nativo en el que
Occidente ha crecido (raíces que se alargan hastaGrecia) y lo sustituye por el judaísmo
Critica que se reduzca al otro al mismo, para eliminarlo en su diferencia, siendo una forma extrema de esta forma de eliminación los genocidios, espectaculares pero que no son diferentes a los pensamientos y conductas de los sujetos en su vida diaria.
La situación del mundo actual es determinada por su pasado inmemorial, cuando se fundaron los asentamientos y ciudades. La ciudadanía establecía una oposición entre el “nosotros” y los otros (sin patria). El sacrificio de los otros tenía la función de apaciguar las violencias intestinas y evitar que el grupo
se desintegrase. Por eso era preciso que existieran ciudades o clanes adversos.
Y aun peor que el vecino, es la situación del “sin patria”, pues con el vecino al menos se pueden establecer pactos y treguas.

2. La ley de la economía
El hombre occidental, que tiene obsesión por la seguridad que le da la pertenencia a su comunidad, expresa el horror a una vida errante. La casa donde habito no tiene el significado de un utensilio, sino que es el
espacio de mi vida individual, intimidad y refugio.
Por eso la cultura occidental se basa toda ella en la economía, porque subordina todo a la realización y mantenimiento de una casa.
Este sedentarismo del hombre occidental contrasta con el nomadismo milenario del pueblo judío. Este nomadismo para el hombre occidental es un “castigo”, no lo considera “libertad”, horizontes más amplios y nuevos de experiencia.

Y este sedentarismo no es sólo físico sino espiritual. En efecto, Descartes buscaba la seguridad, la certeza del pensamiento. El pensamiento occidental no se abre a lo que es errante y otro, y se autoengaña creyendo capturar lo que, en realidad, se le escapa o sobrepasa.
La filosofía contemporánea por fin se ha vuelto sensible a la belleza del riesgo, aventura, vagabundeo espiritual. Pero Lévinas cree que es un nuevo travestimiento del egoísmo incapaz de abrirse realmente al otro. Propone oponer lo “humano” a la “mundano” (cosas, lugar, casa)


3. Más allá de la ontología
La filosofía occidental es una “ego-logía”, se expresa en discursos en los que se despliega un universo centrado en torno al ego, aspira a una visión sistemática del universo como totalidad de seres cuya esencia y relaciones puedan ser contempladas.

Es una ontología: el “yo” en el centro coincide con la totalidad de seres.
Lévinas opina que el disponer de las cosas sólo tiene sentido en cuanto sometido a los otros, a la hospitalidad. Debemos invertir nuestra perspectiva ontológica para que la ética anteceda y sustituya en el punto de partida a la relación con el mundo. Que la ontología deje de ser la filosofía primera y deje paso a la ética. El otro, lo infinito, no puede reducirse a la idea de totalidad.

Cuando la organización colectiva y la política se convierten en el punto de vista supremo y último, la vida individual deja de tener un valor absoluto en sí misma. Es un modo diverso del “Ser”, no hay esencia sino alteridad.

4. Subjetividad, responsabilidad, salvación
Propone una reformulación de la estructura de la subjetividad como responsabilidad.
La identidad de uno mismo nos viene de fuera, y su ser originario es “ser para otro”. Esta relación es siempre asimétrica; yo soy responsable del otro sin que ello necesariamente implique que el otro me responda del mismo modo.

La ley de la economía, la ego-logía, el egoísmo… queda sin efecto en esta
asimetría. La idea de una esencia humana común que nos hace a todos iguales es algo totalizador, totalitario. Propone el discurso y el encuentro. Cuando hablo con otro, acaba mi monopolio subjetivo y mi soberanía.

Importante: esta relación ética no es un conjunto de prescripciones. Por lo desbordante de la alteridad, se renueva en cada encuentro, es dinámica.

5. Ética e infinito: por una filosofía de la hospitalidad
Es una ética trascendental, anterior a toda norma concreta. Las ideas de bondad y responsabilidad no son deducibles del mundo. 2 consecuencias:
1- el sujeto queda desituado respecto al ser, al mundo y a sí mismo
2- como contrapartida, es en esta extrema desituación del sujeto donde aparece la trascendencia, el infinito. El sujeto queda liberado de los vínculos con los que las instituciones le atan al mundo.

Sin embargo, esta liberación de la falsa presencia de la ontología no se traduce en ninguna forma de reforzar al sujeto ni hacerle alcanzar su ser más auténtico, sino que implica, paradójicamente, un debilitarse en la pasividad.

“huésped del otro, no me colma de bienes, sino que me obliga a la bondad, me
llena de déficit”

Esta es la posición de la doctrina judía: la ausencia o lejanía de Dios. En esta trascendencia, como ausencia de Dios, no hemos de buscar una salida a la pasividad sino aceptarla, hacernos huéspedes de los otros, acoger y ser acogidos.

jueves, 24 de marzo de 2016

Estrés y depresión





Los sucesos vitales preceden y contribuyen a una variedad de trastornos psiquiátricos, entre ellos la depresión. Pero el tipo de suceso vital no es lo más importante, pues la etiología es multifactorial: el estrés interactúa con la personalidad, estilo cognitivo, genética, apoyo social, mecanismos neuroquímicos…

No obstante los investigadores han encontrado que:
-         hay mayor nº de sucesos vitales estresantes en los 12 meses anteriores al comienzo de la depresión que comparados con el grupo de control
-         la incidencia de sucesos vitales durante el episodio depresivo influye en su curso, dificultando la recuperación y provocan cronificación
-         el suceso vital precipitador suele ser una pérdida, siendo relevante la categorización por parte del sujeto como amenazante e indeseable
-         el estrés sería un mero desencadenante de la depresión en personas predispuestas (es un factor clave de vulnerabilidad para Beck)



¿Depresión o ansiedad?

Brown y Harris proponen que la categorización de los sucesos vitales puede servir para diferenciar entre ansiedad y depresión:
-         los sucesos vitales evaluados como “pérdida” tienden a producir o facilitar un trastorno depresivo
-         los evaluados como “peligro” tienden a un trastorno de ansiedad
Se ha observado que en los cuadros mixtos de depresión y ansiedad existe en los pacientes ambos tipos de sucesos vitales: de pérdida y de peligro. Por tanto, el tipo de suceso vital no es lo más importante, sino su evaluación (influido por la personalidad, estilo cognitivo, etc.)



El estrés diario

Incluso los cambios pequeños pueden ser estresantes, tanto cambios positivos como negativos. Son molestias menos dramáticas que los sucesos vitales, pero pueden ser más importantes que éstos en el proceso de adaptación y conservación de la salud

No son sucesos con una aparición precisa sino que son constantes e insidiosos, experimentados a veces de forma subconsciente y con un gran potencial patógeno (es más difícil que el sujeto desarrolle estrategias de afrontamiento)

Se ha demostrado que el estrés diario es mejor predictor del estrés y de los síntomas somáticos que los sucesos vitales, dando lugar también una baja moral, y un funcionamiento social y laboral deteriorado.




Influencia de la depresión en el funcionamiento del sistema inmunológico

Los sujetos depresivos presentan unos índices de inmuno-competencia significativamente inferiores a los de sujetos sanos. Tienen disminuida la actividad de las células asesinas naturales NK, que destruyen antígenos, células infectadas por virus y células tumorales.

Este decremento en inmuno-competencia también se traduce en una resistencia disminuida a la enfermedad física.
Se ha señalado la interrelación entre depresión y asma, evolución del SIDA, cáncer y otras enfermedades infecciosas. Sin embargo, no se encontró que la depresión fuera un factor de riesgo para la enfermedad coronaria.




Depresión y asma bronquial

Varios autores han señalado la interrelación entre la depresión y el asma (Belloch, Perpiñá y Baños)

Las emociones son un factor precipitante de la enfermedad, siendo la depresión la que tiene la prevalencia más alta (hasta el 50% de los asmáticos presenta asma)

Se cree que en estos pacientes se estimula la vía para-simpato-mimética a través del nervio vago, aumentando la resistencia de las vías aéreas

Se ha comprobado también que el uso de antidepresivos mejora la depresión y reduce el asma.




Hormonas y vulnerabilidad psiquiátrica





Es conocido que mujeres y hombres difieren en la vulnerabilidad para padecer distintos trastornos mentales, y ello puede ser debido a su dimorfismo sexual cerebral

Por ejemplo: la mujer es más vulnerable a trastornos emocionales, enfermedad de Alzheimer y trastornos alimentarios. El hombre es más vulnerable a la esquizofrenia, dislexia y síndrome de Tourette.

Como tales diferencias son interculturales, deben depender de factores de otro tipo (psico-neuro-endocrino)

Por ejemplo: la mujer suele experimentar reacciones de ansiedad y pánico durante la fase premenstrual y en el postparto. Se cree que se debe a fluctuaciones hormonales de dichos periodos (bajan los estrógenos y progestágenos, que tiene efecto ansiolítico, pues son agonistas GABA)

Asimismo, se cree que las hormonas y sus fluctuaciones juegan un importante papel en la depresión femenina. Se ha observado en estados depresivos que acompañan al síndrome premenstrual, depresión post-parto y depresión puberal. Esta vulnerabilidad sería de tipo “activacional”
Aunque es posible que esta vulnerabilidad se deba también a la diferenciación ocurrida en los periodos pre y perinatales (de tipo “organizacional”)



¿Es inevitable la guerra?



La guerra está presente en la vida humana desde sus orígenes. ¿Es algo innato en nosotros como especie? ¿O podemos, como seres inteligentes, acabar con este hecho y trascender a un mundo sin violencia?




Erasmo, humanista holandés del S. XVI apuesta por el hombre. Denuncia la cultura de la violencia y en especial, la forma más extrema de la misma como es la guerra. Este será su programa y también su utopía.

La paz sólo será posible si es universal, si abarca a todos los hombres, cristianos y no cristianos, pues todos los hombres están unidos por una hermandad. “Lo que se gana por la espada, se pierde por la espada”

Su pacifismo es doble, pues la guerra se debe a un doble proceso de degeneración: la del hombre como sujeto racional (el aspecto del ser humano revela que no está hecho para la guerra sino para el abrazo, la sonrisa, la palabra) y la del cristianismo (que mezcla de forma infame la espada con la cruz)

La guerra no es sólo la ruina del cuerpo, también del alma. Pues no hay guerra justa (no se lucha por defender a la familia), y se sugiere una resistencia pasiva por parte del cristiano ante el atacante. La lucha por el mal es la única permitida al cristiano.

Debemos hacer una nueva lectura de los textos sagrados y darnos cuenta de que Cristo es el príncipe de la paz. No debemos emplear la violencia para extender nuestras creencias


El gobernante no debe anteponer sus intereses (tirano) sino los del pueblo, y buscar a toda costa la paz. Hace una serie de sugerencias para evitar las armas, a saber: recurrir al arbitraje, apelar a la cordura de los príncipes, poner en puestos de máxima relevancia a los defensores de la paz, fomentar la cultura del desarme, estabilizar la situación territorial, sustraer al príncipe el derecho a declarar la guerra, comprar la paz si es necesario, eliminar los antagonismos nacionales, establecer una cultura de paz, recurrir a la terapia de la lengua.

Desgraciadamente su utopía de paz fracasó, como él mismo reconoció: “ahora las cosas han llegado tan lejos, que hay que poner el epitafio a la paz cuando ya no queda esperanza”.





Maquiavelo constituye la antítesis al pensamiento anterior de Erasmo
Opina que la consecución de la paz civil requiere del recurso a la violencia, inevitable, incluso la violación de las sagradas normas de moralidad.
Ello es una exigencia derivada de la naturaza misma de los hombres, y frente a la utopía nos presenta su realismo político.

Ahora bien, Maquiavelo es contrario a un gobierno tiránico, pero piensa que los consejos moralizadores de los humanistas arruinan la convivencia civil. Si los hombres fueran buenos, no sería necesario recurrir a la injusticia, el engaño, la violencia… pero como no lo son, necesitamos medios extraordinarios. No es una violencia caprichosa sino necesaria. Y para ello es necesario el Estado, que se regirá por el principio de eficacia.

La guerra y su preparación es el objetivo principal del príncipe. No es un canto a la guerra como algo grandioso, sino una exigencia para garantizar la libertad y seguridad del pueblo.





Años más tarde, Freud opinó sobre la guerra, la cual “era una totalidad, no una acción militar aislada sino una cultura entera la que entra en juego, en su antes y en su después”. Su pensamiento rebosa pesimismo sobre el ser humano.

La creencia en el triunfo de la bondad sobre la maldad, a través de la educación, la ética y otras manifestaciones culturales, ha resultado ser un puro deseo ingenuo y narcisista más que un logro tangible. Lo que impera son las pulsiones, que cuando la situación es propicia, se expanden movidas por el interés y el egoísmo



Freud, el investigador de la psique humana, se siente incompetente para aclarar los aspectos ocultos de la mente que obstaculizan el camino hacia la paz. Todo se origina por la violencia que tiene como fin eliminar al enemigo y luego se transforma en esclavización del mismo y en resentimiento y venganza hacia el primero, por lo que la violencia retorna con una máscara distinta.

Como la violencia es imposible de eliminar, propone aceptarla y huir de utopías. Asumir y reconocer la violencia aporta al menos sinceridad. Eludir la agresividad y contenerla, tiene el alto precio de contribuir al malestar social.