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viernes, 22 de abril de 2016

Los filósofos ante la muerte



Séneca
El hombre agobiado de quehaceres en nada se ocupa menos que en vivir, y eso que la ciencia de vivir es la más difícil. Maestros de las otras artes; pero de vivir, se ha de aprender toda la vida y toda la vida se ha de aprender a morir.

Es propio del varón más eminente no dejar que caiga en el vacío la más pequeña partícula de tiempo; y por eso su vida es sumamente larga, por cuanto dedicó toda su dimensión a su propio cuidado.
Aquel que hasta todo su tiempo en su personal utilidad, que dispone como una vida compendiosa cada uno de sus días, ni desea ni teme el mañana ¿Qué placer inédito puede reportarle una nueva hora? Todo es ya conocido

Por tanto, no has de decir que Fulano vivió mucho, porque tiene canas o arrugas, sino que duró mucho





Marco Aurelio
El conjunto de todas las acciones, que constituyen la vida, caso de cesar en el momento oportuno, ningún mal experimenta por el hecho de haber cesado.
Así pues, el término de la vida para cada uno no es un mal, pues no está sujeta a nuestra elección y no daña a la comunidad, y sí es un bien, porque es oportuno al conjunto universal, ventajoso y adaptado a él.

La salvación de la vida consiste en practicar la justicia con toda el alma y en decir la verdad. ¿Qué queda entonces sino disfrutar de la vida, trabando una buena acción con otra, hasta el punto de no dejar entre ellas el mínimo intervalo?
 






Spinoza
Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino de la vida
Un hombre libre, que vive sólo según el dictamen de la razón, no se deja llevar por el miedo a la muerte, sino que desea el bien directamente, esto es, desea obrar, vivir o conservar su ser poniendo como fundamento la búsqueda de su propia utilidad, y por ello, en nada piensa menos que en la muerte.







Schopenhauer
Nacimiento y muerte forman los dos extremos o polos de todas las manifestaciones de la vida, y el amor es la compensación de la muerte.
Por eso los antiguos griegos y romanos adornaban los sarcófagos con bajorrelieves figurando fiestas.
Exigir la inmortalidad del hombre en este mundo es querer perpetuar un error, ya que si se le concediera una vida eterna, los estrechos límites de su inteligencia le parecerían a la larga tan monótonos y le inspirarían un disgusto y desprecio tal que para verse libre de ellos concluiría por preferir la nada.

Para conducir al hombre a un estado mejor, no bastaría ponerle en un mundo mejor, sino que sería preciso transformarle totalmente. Por tanto es forzosamente necesario dejar de ser lo que es y esta previa condición la realiza la muerte.

La conclusión de todas las actividades de esta vida es un gran alivio. Esto tal vez nos explica la expresión de dulce serenidad que se manifiesta en los rostros de gran parte de los muertos.

[...]
 
Cada uno de nosotros defiende su vida como si fuera un precioso depósito de que tuviera que responder. Ignora el porqué, no conoce la recompensa; admite a ojos cerrados y bajo palabra, que el premio tiene un gran valor, pero ignora en qué consiste. Las marionetas no están movidas por hilos exteriores, sino por un mecanismo interior, que es la voluntad de vivir.

El carácter absoluto y originario de la voluntad explica que el hombre ame sobre todas las cosas una existencia llena de miserias, de tormentos, de aburrimiento; por el contrario, nada teme tanto como ver llegar su término, que es lo único de que puede estar seguro.
 

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