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jueves, 30 de marzo de 2017

Plotino





VIDA Y OBJETIVO

Tras unos años de visitar distintas escuelas seguidos de profundas desilusiones, encontró finalmente en Amonio «lo que buscaba». Debía tratarse de una síntesis entre posiciones peripatéticas y aca-démicas,
Plotino, valiéndose de su amistad con el emperador Galieno, intentó construir «una ciudad de filósofos» cuyos habitantes se regi-rían por las leyes de Platón y que llevaría el nombre de «Platónopolis».

Plotino deseaba fundar una especie de monasterio pagano en el que fuera posible vivir de acuerdo con la enseñanzas de Platón: desligarse del cuerpo y unirse con la divinidad

La filosofía de Platón es decisiva en la reflexión de Plotino. Fedón, República o Fedro habían dejado bien claro que la unión con el cuerpo es un mal para el alma

A Plotino no le interesan los diálogos socráticos, sino los de madurez: no busca aporías (dificultades), sino soluciones a sus propias dificultades, no busca un método, sino una doctrina.
Plotino quería enseñar al hombre a desligarse de este mundo terreno para reunirse con lo divino y contemplarlo en una unión mística y transcendente


ALGUNAS CUESTIONES PREVIAS

Plotino defiende un dualismo ontológico estricto: hay una distinción clara y tajante entre el ser inteligible y el sensible, entre el corpóreo y el incorpóreo; pero a la vez pretende superar este dualismo con la afirmación de un único principio supremo. ¿cómo explicar la multiplicidad a partir de la unidad de un principio supremo? y responde: el primer principio, entendido platónicamente como Bien y como Uno, se produce a sí mismo y el acto de su autoproducción es producción de todas las demás cosas:

Además, el Bien hay que concebirlo, a su vez, como aquello de lo que están suspendidas todas las cosas, El Bien mismo debe, pues, permanecer fijo, mientras que las cosas todas deben volverse a él. Y un buen ejemplo es el sol, pues es como un centro con respecto a la luz que, dimanando de él, está suspendida de él.

El ámbito de lo producido reproduce el dualismo entre lo corpóreo y lo incorpóreo. Lo incorpóreo, a su vez, está jerarquizado, pues se determina en función de las tres hipóstasis: En (Uno), Nous (Inteligencia, Espíritu...) y Psyche (Alma).

Plotino reconoce su deuda con Platón y con Parménides:

De modo que Platón sabe que la Inteligencia proviene del Bien y que el alma proviene de la Inteligencia. Sin embargo, ya antes que él Parménides había formulado una doctrina semejante

Sin embargo, mientras que el Uno de los eleatas es estaticidad abso-luta, Plotino lo concibe como fuerza difusiva y potencia infinita: las hipóstasis no son «cosas», sino funciones y actividad espiritual que establece una continuidad total y absoluta entre el Principio supremo y las partes o aspectos más ínfimos de la realidad

Las tres hipóstasis están ligadas entre sí por una relación de próodos, de «proceso», «procesión» o «emanación», por el que la segunda deriva de la primera y la tercera de la segunda.


En cada nivel de realidad inteligible hay que distinguir entre la actividad del ente y la actividad que se deriva de él: la primera es intrínseca y consustancial al ente, la segunda es actividad liberada que sale del ente y se dirige a su entorno.

Metafóricamente: una cosa es el calor inmanente al fuego y otra el calor liberado por él. «... todas las cosas, cuando son perfectas, engendran». Pero que del ente se derive actividad no supone pérdida o degradación; pero sí supone que lo generado es siempre más imperfecto que lo generante.

La actividad que se deriva del ente no constituye inmediatamente un nuevo término, sino en dos fases (lógicas, no cronológicas).
1-               En la primera (prosódica) la actividad generada todavía es indeterminada e informe porque carece de contenido
2-               en una segunda fase (epistrófica) el término generado se vuelve sobre sí mismo, se contempla en su generador y al contemplarlo contemplándose en él se llena de contenido y se hace perfecto dentro de su rango.
Ahora bien, como todas las cosas engendran cuando son perfectas, el proceso, procesión o emanación continúa automáticamente. Este esquema tan elegante se quiebra en el proceso de ge-neración de la materia, pues ésta (al ser indeterminación absoluta) carece de capacidad epistrófica. La materia sensible no constituye un principio subsistente por sí, sino que procede de la última de las tres hipóstasis.

Plotino quiere argumentar sólidamente que todo procede de lo Uno y que nada es ajeno a él, Ahora bien, dado que el alma deriva del Espíritu y el Espíritu del Uno, cabe entonces pensar que es posible un retorno del hombre al Uno. El hombre será entonces verdaderamente feliz, en esta unión estática con lo divino.


LAS TRES HIPÓSTASIS [en UNO à nous INTELIGENCIA à psyche ALMA]

Ø      UNO (en)

Encontramos una transformación de la primera hipótesis del Parménides en hipóstasis, pues que hay un Uno no es una suposición hipotética, sino un hecho real deducible de la multiplicidad: el Uno es fundamento y principio absoluto de la realidad, pues todo ente es tal en virtud de la unidad, de forma que si ésta se destruyera la cosa misma dejaría de ser. Los entes físicos reciben esta unidad del Alma. Que el Alma introduzca la unidad en el mundo físico no quiere decir que coincida con la unidad, pues ella, a su vez, la recibe del Nous.

El Nous implica un grado superior de unidad a la del Alma, pero tampoco es en sí mismo la unidad, puesto que implica multiplicidad: la dualidad de pensante y pensado y la multiplicidad de ideas.

El Uno sólo puede aprehenderse negativamente: «El Uno no es ninguna de todas las cosas» y, por tanto, es «distinto de todas las cosas», pues «es anterior a todas las cosas» y «está más allá de todas las cosas», porque es «principio de todas las cosas», «causa de todas las cosas» y «potencia de todas las cosas».

El Uno genera la Inteligencia, porque el Uno es actividad infinita y sobreabundante, o lo que es lo mismo: el Uno genera al Nous por una voluntad intrínsica que es idéntica con su infinita voluntad creadora.

Ø      INTELIGENCIA (Nous)

La Inteligencia es hipóstasis autoconstitutiva, no es materia o potencia pasiva y receptiva, sino activa: llevada por su deseo se detiene, se vuelve a su progenitor y es ella misma la que se ve. Lo visto es lo Uno, pero no tal y como lo Uno es, sino como la Inteligencia es capaz de verlo: no como Uno, sino pluralizado en un universo de formas (ideas platónicas). Sin embargo, en la medida en que todo lo generado ama a su fuerza generadora, todo lo que deriva del Uno tiende y desea al Uno como su propio fin. Tal es la tragedia de la Inteligencia: desea cons-tantemente al Uno en su simplicidad, pero cuando este deseo se satisface y lo contempla, en esta misma contemplación lo pluraliza en la multipli-cidad de las ideas platónicas.

La Inteligencia se piensa a sí misma. La dificultad ya había sido planteada por Aristóteles. Plotino acepta la idea aristotélica de que el Nous o Inteligencia es pensamiento que se piensa a sí mismo. Para Aristóteles se trata de la realidad superior. Para Plotino, sin embargo, por encima de la Inteligencia está el Uno, pues sólo Él es simple, mientras que la Inteligencia es a la vez una y doble.

En tanto que piensa la Inteligencia es simple: acto puro de pensar. Pero la Inteligencia se piensa a sí misma y en tanto que pensada implica una duplicidad: identidad y alteridad a un tiempo.
La Inteligencia piensa las ideas pero también a sí misma, aunque con mayor precisión tal vez habría que decir que cuando la Inteligencia piensa a las ideas se piensa a sí misma y que cuando se piensa a sí misma piensa a las ideas, pues «pensar las ideas» y «pensarse a sí misma» son tareas que coinciden plenamente, porque las ideas no han surgido tras la Inteligencia, tampoco son resultado suyo, sino que lo inteligido (las ideas) están y son en la Inteligencia;

De aquí las notas con las que Plotino caracteriza a la Inteligencia: es verdadera, inmutable, es eterna o más bien la eternidad misma, es vida perfecta. La In-teligencia, en definitiva, es enérgeia, acto puro.

Recapitulando: con una necesidad puesta por un acto libre el Uno se aleja de sí mismo. Es actividad indeterminada que se determina al dete-nerse, volverse y contemplar al Uno: Inteligencia perfecta, que contempla al Uno, pero ya no como Uno, sino pluralizado en multitud de ideas. Pero esta misma realidad es la misma Inteligencia en tanto que contempla al Uno extrayendo de su potencia la multiplicidad de ideas precontenidas en él como potencia de todas las cosas.

Ø      ALMA (psyche)

Pero la Inteligencia, semejante como es al Uno, produce lo mismo que El esparciendo su múltiple poder. Lo que produce es una imagen de sí misma, al desbordarse de si al igual que lo ha hecho el Uno, que es anterior a ella. Este acto que procede del Ser es lo que llamamos el Alma, en cuya generación la Inteligencia permanece inmóvil, lo mismo que ha permanecido el Uno, que es anterior a la Inteligencia, al producir la Inteligencia. Pero el Alma, en cambio, no permanece inmóvil en su acto de producción, sino que se mueve verdaderamente para engendrar una imagen de ella. Al volverse hacia el Ser del que proviene se sacia de él, y al avanzar con un movimiento diferente y contrario, en engendra esa imagen de sí misma que es la sensación.

¿En qué se diferencia entonces del Nous? Realmente, cuando se encuentra en el mundo superior, en el reino de lo transcendente, en nada. Pero el Alma no puede quedarse aquí, pues como había señalado Platón «recorre el cielo entero, tomando unas veces una forma y otras otra»

El Alma es así principio de organización de los seres vivientes, da a los cuerpos vida y movimiento, a todos los cuerpos. El Alma universal es fuerza unificante: gracias a ella el cosmos físico no se resuelve en una multiplicidad disonante de cosas entre las que reina el odio y el enfrentamiento, sino que se armoniza en una simpatía cósmica

Para solventar el problema de la distancia entre el Alma universal y las cosas sensibles, Plotino admite la existencia en el Alma de «razones seminales o generativas», potencias inmateriales de las que el Alma dispone para dar vida a las cosas, y que constituyen el principio de la variedad y multiplicidad de las cosas individuales.

La realidad divina y sustancial finaliza con el Alma. A partir de este momento entra-mos en el reino de las tinieblas y de las imágenes, dado que toda cosa que recibe su sustancia de otra no puede existir separadamente de esta otra cosa y es «como su imagen». Lo incorpóreo genera lo corpóreo, ma-nifestándose en la dimensión de lo sensible


El Alma está entre dos mundos, es «anfibia». Este terreno intermedio constituye el ámbito de los seres humanos, pues el verdadero yo del hombre es su alma. Nos acercamos así a la finalidad práctica de las reflexiones de Plotino. En efecto, porque el hombre es kosmos noétos pero ya no es nous (aunque otro momento lo fue), desea regresar a su verdadero hogar: porque ha caido y se ha encarnado en un cuerpo material. De aquí que el hombre (o sea, su alma) pueda ser feliz, pero también caer en el engaño.

LA MATERIA Y EL HOMBRE

La materia es agotamiento total y privación extrema de la potencia del Uno y, en esta medida, privación del Uno mismo.

La materia no es ni Alma, ni Inteligencia, ni vida, ni razón, ni límite, sino ausencia de límite; no es tampoco potencia, porque ¿qué es lo que produce? Privada de estos caracteres, no puede llamársela Ser y sería más justo considerarla no-ser

La materia es: privación total, límite extremo y pura negatividad; ilimitada e indeterminada, negación de toda forma, impasible e inactiva, indefinición pura y perenne relatividad, mera aspiración a la existencia

Entendida como mera privación, la materia es un mal, pero al mismo tiempo Plotino se aleja del pesimismo, pues dado que la materia es al mismo tiempo no-ser y relatividad infinita habrá que concluir que el mal no existe en sí mismo, sino en relación dialéctica con el bien. Plotino no niega que exista pobreza, enfermedad y vicio, pero sostiene que estos males cumplen un papel positivo en la economía del Todo; de hecho, «el mayor de los poderes» reside en «poder hacer buen uso aun de los males y el ser capaz de utilizar a los seres carentes de forma para dar origen a nuevas formas»

En general, hay que concebir el mal como insuficiencia de bien; pero, en este mundo, es inevitable que haya insuficiencia de bien porque el bien existe en un sustrato distinto de él;

Por una parte, el mundo sensible es imagen necesaria de su modelo divino y tiene ser porque participa de él; en esta medida, sigue siendo algo maravilloso. Por otra parte, en tanto que producto de la materia, el mundo sensible es tenebroso y malo, no en virtud de una cualidad, sino precisamente por la falta de toda cualidad;

¿Cómo ha surgido este mundo sensible que no es «sinónimo» del inteligible sino sólo «homónimo»? ¿por qué lo Uno no persevera en su soledad? Platón había respondido apelando a la infinita bondad del demiurgo: «... quería que todo llegara a ser lo más semejante posible a él mismo» (Timeo).

El problema es grave y difícil de solucionar porque al ser indeterminación absoluta la materia carece de capacidad epistrófica: la materia no es hipóstasis, carece de fuerza para volverse y contemplar a su generador; es sombra que aguarda pasivamente lo que la causa activa quiera causar en ella


Es la propia Alma quien ordena e informa a la materia. La materia no se detiene y contempla al Alma, sino que el Alma, tras generarla, la contempla y la estructura.

Estas dificultades vuelven a reproducirse en la determinación del hombre, pues aunque éste es sobre todo su alma también tiene un componente material:
Antes de nuestra generación nosotros nos encontrábamos en esta alma, unas veces como hombres y otras veces como dioses; éramos almas puras e inteligencias unidas a la totalidad del ser; a ese hombre inteligible que éramos nosotros se ha acercado otro hombre que desea existir y que nos ha encontrado. Nos hemos convertido ya así en un acoplamiento de dos hombres, y no somos ahora el ser único que éramos antes


En un principio nuestra alma estaba asociada con el Alma universal. En este momento conocía intuitiva y simultáneamente la totalidad de los logoi que están (son) en la Inteligencia y, a través de ella, al Bien mismo. Disfrutaba de un estado de dicha y felicidad perfecto. En tal caso ¿por qué ha descendido a los cuerpos? Por las mismas leyes de la procesión, el descenso no es voluntario, no depende ni de una elección ni de una deliberación del alma misma: no puede deberse, por tanto, a una culpa. De hecho, Plotino afirma que si el alma se apresura a huir del cuerpo no sólo no recibe daño, sino más bien un enriquecimiento
Sin embargo, en otro sentido es un mal: Plotino también habla de una doble culpa del alma.
1-              La primera especie de culpa consiste en el mismo descenso. Es un delito, porque este descenso se debe a la voluntad del alma de poseerse, de particularizarse, de evadirse del Alma universal. Delito cuyo castigo será sufrir las consecuencias de la bajada: el alma «pierde las alas» (Fedro)
2-              la segunda especie de culpa, la que nace cuando el alma se olvida de sí misma, de su origen, y se somete a las exigencias del cuerpo: es el gran mal del alma, pues le lleva a olvidarse del dios, con la consiguiente paralización de los niveles superiores.

El alma individual es hermana del Alma universal y también es «anfibia», está entre los dos extremos de la realidad: mira ha-cia lo alto y hacia lo más bajo; lo segundo, con un movimiento instintivo y fatal, lo primero, gracias a un acto de libertad que es a la vez acto de liberación
La libertad no contradice la necesidad metafísica, se identifica con ella: cuando el hombre es verdaderamente él mismo (no los fantasmas caprichosos de su subjetividad individual) es libre y se libera; y el hombre es verdaderamente él mismo cuando consigue desprenderse de los elementos extraños que le impiden unificarse con el Absoluto.

EL RETORNO: ÉXTASIS Y UNIÓN MÍSTICA
En toda alma hay una tensión de retorno al Uno. Sin embargo, no es suficiente con esta vaga aspiración, pues entonces todas las almas tendrían el mismo destino; también es imprescindible una actividad intelectual que reconozca lo que es el Uno y lo discrimine de lo que no lo es. Retornar al Uno es privilegio de unos pocos, pues estos son los hombres que aspiran a lo inmaterial y a liberarse de lo sensible. Se trata de un proceso dialéctico a través del cual el hombre regresa a su hogar, partiendo de las be-llezas corpóreas, pero dejándolas atrás.
1-              El músico reacciona «ante los sonidos y la belleza presente en ellos». Hay que instruirle de que el objeto de su embeleso era aquella Armonía inteligible y aquella Belleza presente en ella. En suma, la Belleza, no tal belleza particular a solas
2-              El amante, «impactado por las bellezas visibles, se queda embelesado ante ellas». Hay que enseñarle, pues, a no quedarse embelesado ante un solo cuerpo, mostrándole esa belleza que es la misma en todos y que hay otras cosas en las que se da en mayor grado y que se da en las artes, en las ciencias y en las virtudes. Después remontarse ya de las virtudes a la Inteligencia, al Ser (Platón, Banquete)
3-              El filósofo «está como provisto de alas» (Fedro). El filósofo necesita guía: la dialéctica. La dialéctica no es un mero instrumento, sino algo vivido; de acuerdo con Plotino en dos fases: la primera por la que se pasa de lo sensible a lo inteligible, y la segunda, por entre el mismo ámbito de lo inteligible, elevándose constantemente hasta alcanzar «el final del viaje», la asimilación e identificación con lo divino

No se trata de aniquilar lo sensible, sino de vivir en lo sensible como si lo sensible estuviera de continuo orientado hacia lo inteligible; De aquí la necesidad de fomentar el nivel intelectivo y de dejar ino-perantes los niveles más bajos, pues sólo así llegará un momento en el que incluso pueda dejarse atrás el pensamiento racional y alcanzar el Bien en sí.

Gracias a que los niveles intelectivos nos han acercado máximamente al Bien, puede captarse su luz: se abandona entonces «todo conocimiento racional, llevados como niños hasta la morada de lo bello» (Fedro y Banquete). En esa contemplación vemos la luz misma [el Uno].


Plotino cree posible abandonar lo sensible y lo material en vida del hombre. Se trata de un rasgo común a la filosofía helenística y que desaparecerá en la posterior filosofía cristiana: la felicidad, que es el fin último del hombre, debe ser posible en esta vida. En efecto, la unión mística con la divinidad es «natural», es algo que se conquista sin necesidad de una gracia especial por parte de la divinidad, como sucederá posteriormente en la mística de inspiración cristiana.

En la raíz de la ética griega se encuentran las virtudes cívicas, que para Plotino son punto de partida, no de llegada, dado que «la meta de nuestro afán no es quedar libres de culpa, sino ser dios» no es suficiente con estas virtudes. De aquí que no podamos asimilarnos a la divinidad por medio de las virtudes cívicas, pero sí mediante las virtudes superiores que consisten en la contemplación de las improntas del mundo Inteligible como resultado de la conversión del alma a la Inteligencia gracias a la reminiscencia (Fedón)

El retorno al Uno consistirá en suprimir toda dife-renciación y toda alteridad, lo cual significa purificar al alma de todo lo que le es extraño. No hay que suprimir sólo lo externo, lo sensible, lo corpóreo, sino absolutamente todo: el alma se vacía de todo para así dejarse poseer por el Bien: Plotino denomina a este momento de plenitud «éxtasis»

Ahora bien, hay que distinguir entre la experiencia mística (que es una breve fase) y la unión definitiva con la divinidad (que será eterna y que sólo acontece tras la muerte). Quien posee las superiores posee necesariamente en potencia las inferiores, mientras que quien posee las inferiores no por ello posee las superiores. Gracias a las fuerzas obtenidas en la experiencia mística el filósofo puede actualizar fácilmente aquella potencialidad; la acción verdaderamente moral no se consuma en el ámbito cívico, pues no se trata de llevar «la vida del hombre de bien», sino de optar «por la de los dioses». 


(ideas tomadas de "Historia de la Filosofía Antigua: Grecia y el Helenismo", de Salvador Mas Torres)