(fragmentos extraídos de la obra "El hombre en busca de sentido". Adaptado sólo para fines didácticos)
En el psicoanálisis, el
paciente se tiende en un diván y le dice a usted cosas que, a veces, son muy
desagradables de decir. Pues bien, en la logoterapia, el paciente permanece
sentado, bien derecho, pero tiene que oír cosas que, a veces, son muy
desagradables de escuchar.
Comparada con el psicoanálisis, la logoterapia es un método menos retrospectivo
y menos introspectivo. La logoterapia mira más bien al futuro, es decir, a los
cometidos y sentidos que el paciente tiene que realizar en el futuro. A la vez,
la logoterapia se desentiende de todas las formulaciones del tipo círculo
vicioso y de todos los mecanismos de retroacción que tan importante papel
desempeñan en el desarrollo de las neurosis.
Se centra en el significado de la existencia
humana, así como en la búsqueda de dicho sentido por parte del hombre. De
acuerdo con la logoterapia, la primera fuerza motivante del hombre es la lucha
por encontrarle un sentido a su propia vida, en contraste con el principio de
placer en que se centra el psicoanálisis freudiano.
Voluntad de sentido
La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza
primaria y no una "racionalización secundaria" de sus impulsos
instintivos. Este sentido es único y específico en cuanto es uno mismo y uno
solo quien tiene que encontrarlo; en el hombre no cabe hablar de eso que suele
llamarse impulso moral o impulso religioso, interpretándolo de manera idéntica
a cuando decimos que los seres humanos están determinados por los instintos
básicos. Nunca el hombre se ve impulsado a una conducta moral; en cada caso
concreto decide actuar moralmente. Y el hombre no actúa así para satisfacer un
impulso moral y tener una buena conciencia; lo hace por amor de una causa con la
que se identifica
Frustración existencial
La voluntad de sentido del hombre puede también frustrarse, en cuyo caso la
logoterapia habla de la frustración existencial. El término existencial se
puede utilizar de tres maneras: para referirse a la propia (1) existencia; es
decir, el modo de ser específicamente humano; (2) el sentido de la existencia;
y (3) el afán de encontrar un sentido concreto a la existencia personal, o lo
que es lo mismo, la voluntad de sentido.
La frustración existencial se puede también resolver en neurosis. Para este
tipo de neurosis, la logoterapia ha acuñado el término "neurosis
noógena", en contraste con la neurosis en sentido estricto; es decir, la
neurosis psicógena. Las neurosis noógenas tienen su origen no en lo psicológico,
sino más bien en la existencia humana.
Neurosis noógena
Las neurosis noógenas no nacen de los conflictos entre impulsos e instintos,
sino más bien de los conflictos entre principios morales distintos; en los
casos noógenos, la terapia apropiada e idónea no es la psicoterapia en general,
sino la logoterapia, es decir, una terapia que se atreva a penetrar en la
dimensión espiritual de la existencia humana.
No todos los conflictos son necesariamente
neuróticos y, a veces, es normal y saludable cierta dosis de conflictividad.
Análogamente, el sufrimiento no es siempre un fenómeno patológico; más que un
síntoma neurótico, el sufrimiento puede muy bien ser un logro humano, sobre
todo cuando nace de la frustración existencial. El interés del hombre, incluso
su desesperación por lo que la vida tenga de valiosa es una angustia
espiritual, pero no es en modo alguno una enfermedad mental. La logoterapia
considera que es su cometido ayudar al paciente a encontrar el sentido de su
vida.
Noodinámica
Cierto que la búsqueda humana de ese sentido y de esos principios puede nacer
de una tensión interna y no de un equilibrio interno.
Ahora bien, precisamente esta tensión es un requisito indispensable de la salud
mental. Hay mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice: "Quien tiene un
porque para vivir puede soportar casi cualquier cosa".
La salud
se basa en un cierto grado de tensión, la tensión existente entre lo que ya se
ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido; o el vacío entre lo que se es
y lo que se debería ser.
Si los terapeutas quieren fortalecer la salud
mental de sus pacientes, no deben tener miedo a aumentar dicha carga y
orientarles hacia el sentido de sus vidas.
El vacío existencial
Doble pérdida que el hombre tiene que soportar desde que se convirtió en un
verdadero ser humano. Al principio de la historia de la humanidad, el hombre
perdió algunos de los instintos animales básicos que conforman la
conducta del animal y le confieren seguridad; ha sufrido otra pérdida: las tradiciones
que habían servido de contrafuerte a su conducta se están diluyendo a pasos
agigantados. Carece, pues, de un instinto que le diga lo que ha de hacer, y no
tiene ya tradiciones que le indiquen lo que debe hacer.
Este vacío existencial se manifiesta sobre todo en un estado de tedio. Podemos
comprender hoy a Schopenhauer cuando decía que, aparentemente, la humanidad
estaba condenada a bascular eternamente entre los dos extremos de la tensión y
el aburrimiento. Por ejemplo, en la "neurosis del domingo", esa
especie de depresión que aflige a las personas conscientes de la falta de
contenido de sus vidas cuando el trajín de la semana se acaba y ante ellos se
pone de manifiesto su vacío interno. Y esto es igualmente válido en el caso de
los jubilados.
La logoterapia está indicada no sólo en los
casos noógenos, sino también en los casos psicógenos
El sentido de la vida
El sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día para otro, de una
hora a otra hora. Así pues, lo que importa no es el sentido de la vida en
términos generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo
en un momento dado. Plantear la cuestión en términos generales puede
equipararse a la pregunta que se le hizo a un campeón de ajedrez: "Dígame,
maestro, ¿cuál es la mejor jugada que puede hacerse?"
En última instancia, el hombre no debería
inquirir cuál es el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien se
inquiere, y únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia
vida; sólo siendo responsable puede contestar a la vida.
La esencia de la existencia
No hay nada que más pueda estimular el sentido humano de la responsabilidad que
esta máxima que invita a imaginar, en primer lugar, que el presente ya es
pasado y, en segundo lugar, que se puede modificar y corregir ese pasado: este
precepto enfrenta al hombre con la finitud de la vida.
La logoterapia ha de dejarle la opción de decidir por qué, ante qué o ante
quién se considera responsable. Y por ello el logoterapeuta es el menos tentado
de todos los psicoterapeutas a imponer al paciente juicios de valor.
Corresponde, pues, al paciente decidir si debe interpretar su tarea vital
siendo responsable ante la sociedad o ante su propia conciencia.
La logoterapia no es ni labor docente ni predicación. Está tan lejos del
razonamiento lógico como de la exhortación moral. El verdadero sentido de la
vida debe encontrarse en el mundo y no dentro del ser humano o de su propia
psique, como si se tratara de un sistema cerrado. Por idéntica razón, la
verdadera meta de la existencia humana no puede hallarse en lo que se denomina
autorrealización. Podemos descubrir este sentido de la vida de tres modos
distintos: (1) realizando una acción; (2) teniendo algún principio; y (3) por
el sufrimiento. En el primer caso el medio para el logro o cumplimiento es
obvio. El segundo medio para encontrar un sentido en la vida es sentir por algo
como, por ejemplo, la obra de la naturaleza o la cultura; y también sentir por
alguien, por ejemplo el amor.
El sentido del amor
Mediante su amor, la persona que ama posibilita al amado a que manifieste sus
potencias. Al hacerle consciente de lo que puede ser y de lo que puede llegar a
ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad.
En logoterapia, el amor no se interpreta como un epifenómeno de los impulsos e
instintos sexuales en el sentido de lo que se denomina sublimación.
El sentido del sufrimiento
Cuando uno se enfrenta con una situación inevitable, enfrentarse a un destino
que es imposible cambiar, precisamente entonces se le presenta la oportunidad
de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo.
Ejemplo: un viejo doctor me consultó sobre la fuerte depresión que padecía. No
podía sobreponerse a la pérdida de su esposa, que había muerto hacía dos años y
a quien él había amado por encima de todas las cosas. Le espeté la siguiente
pregunta: "¿Qué hubiera sucedido, doctor, si usted hubiera muerto primero
y su esposa le hubiera sobrevivido?" "¡Oh!", dijo, "¡para
ella hubiera sido terrible, habría sufrido muchísimo!" A lo que le repliqué:
"Lo ve, doctor, usted le ha ahorrado a ella todo ese sufrimiento; pero
ahora tiene que pagar por ello sobreviviendo y llorando su muerte."
El sufrimiento deja de ser en cierto
modo sufrimiento en el momento en que encuentra un sentido, como puede serlo el
sacrificio. El hombre está dispuesto incluso a sufrir a condición de que
ese sufrimiento tenga un sentido.
Problemas metaclínicos
Algunas de las personas que en la actualidad visitan al psiquiatra hubieran
acudido en tiempos pasados a un sacerdote, pero hoy, por lo general, se
resisten a ponerse en manos de un eclesiástico, de forma que el médico tiene
que hacer frente a cuestiones filosóficas más que a conflictos emocionales.
Un logodrama
Les pregunté si un chimpancé al que se había utilizado para producir el suero
de la poliomielitis y, por tanto, había sido inyectado una y otra vez, sería
capaz de aprehender el significado de su sufrimiento. Al unísono, todo el grupo
contestó que no, rotundamente; debido a su limitada inteligencia, el chimpancé
no podía introducirse en el mundo del hombre, que es el único mundo donde se
comprendería su sufrimiento. Entonces continué formulando la siguiente
pregunta: "¿Y qué hay del hombre? ¿Están ustedes seguros de que el mundo
humano es un punto terminal en la evolución del cosmos? ¿No es concebible que
exista la posibilidad de otra dimensión, de un mundo más allá del mundo del
hombre, un mundo en el que la pregunta sobre el significado último del
sufrimiento humano obtenga respuesta?"
El suprasentido
Este sentido último excede y sobrepasa, necesariamente, la capacidad
intelectual del hombre. Lo que se le pide al hombre no es, como predican muchos
filósofos existenciales, que soporte la insensatez de la vida, sino más bien
que asuma racionalmente su propia capacidad para aprehender toda la sensatez
incondicional de esa vida.
Cuando un paciente tiene una creencia religiosa
firmemente arraigada, no hay ninguna objeción en utilizar el efecto terapéutico
de sus convicciones. Y, por consiguiente, reforzar sus recursos espirituales.
La transitoriedad de la vida
La transitoriedad de nuestra existencia en modo alguno hace a ésta carente de
significado, pero sí configura nuestra responsabilidad, ya que todo depende de
que nosotros comprendamos que las posibilidades son esencialmente transitorias.
En todo momento el hombre debe decidir, para bien o para mal, cuál será el
monumento de su existencia.
La logoterapia, al tener en cuenta la transitoriedad esencial de la existencia
humana, no es pesimista, sino activista.
¿Qué puede importarle a un adulto cuando
advierte que se va volviendo viejo? ¿Por qué ha de envidiar a los jóvenes? ¿Por
las posibilidades que tienen, por el futuro que les espera? “No, gracias”,
pensará. “En vez de posibilidades yo cuento con las realidades de mi pasado, no
sólo la realidad del trabajo hecho y del amor amado, sino de los sufrimientos
sufridos valientemente. Estos sufrimientos son precisamente las cosas de las
que me siento más orgulloso aunque no inspiren envidia”.
La logoterapia como técnica
Tomemos como punto de partida una condición que suele darse en los individuos
neuróticos, a saber: la ansiedad anticipatoria. Es característico de ese temor
el producir precisamente aquello que el paciente teme. Por ejemplo, una persona
que teme ponerse colorada cuando entra en una gran sala y se encuentra con
mucha gente, se ruborizará sin la menor duda.
De la misma forma que el miedo hace que suceda
lo que uno teme, una intención obligada hace imposible lo que uno desea a la
fuerza. Puede observarse esta intención excesiva, o "hiperintención",
especialmente en los casos de neurosis sexuales. Cuanto más intenta un hombre
demostrar su potencia sexual menos posibilidades tiene de conseguirlo.
Además de la intención excesiva, tal como
acabamos de describirla, la atención excesiva o "hiperreflexión”, puede
ser asimismo patógeno.
Pues bien, la logoterapia basa su técnica denominada de la "intención
paradójica" en la dualidad de que, por una parte el miedo hace que se
produzca lo que se teme y, por otra, la hiperintención estorba lo que se desea.
Por la intención paradójica, se invita al paciente fóbico a que intente hacer
precisamente aquello que teme, aunque sea sólo por un momento.
La intención paradójica también puede aplicarse en casos de trastornos del sueño.
El temor al insomnio da por resultado una hiperintención de quedarse dormido
que, a su vez, incapacita al paciente para conseguirlo. Para vencer este temor
especial, yo suelo aconsejar al paciente que no intente dormir. La
hiperintención de quedarse dormido, nacida de la ansiedad anticipatoria de no
poder conseguirlo, debe reemplazarse por la intención paradójica de no quedarse
dormido, que pronto se verá seguida por el sueño.
La intención paradójica no es una panacea, pero
sí un instrumento útil en el tratamiento de las situaciones obsesivas,
compulsivas y fóbicas, especialmente en los casos en que subyace la ansiedad
anticipatoria. Además, es un artilugio
terapéutico de efectos a corto plazo, de lo cual no debiera, sin embargo,
concluirse que la terapia a corto plazo tenga sólo efectos terapéuticos
temporales. Una de las ilusiones más comunes de la ortodoxia freudiana es
que la durabilidad de los resultados se corresponde con la duración de la terapia.
Como vemos, la ansiedad anticipatoria debe contraatacarse con la intención
paradójica; la hiperintención, al igual que la hiperreflexión deben combatirse
con la "de-reflexión"; ahora bien, ésta no es posible, finalmente, si
no es mediante un cambio en la orientación del paciente hacia su vocación específica
y su misión en la vida.
La neurosis colectiva
El vacío existencial que es la neurosis masiva de nuestro tiempo puede
descubrirse como una forma privada y personal de nihilismo, ya que el nihilismo
puede definirse como la aseveración de que el ser carece de significación. Por
lo que a la psicoterapia se refiere, no obstante, nunca podrá vencer este
estado de cosas a escala masiva si no se mantiene libre del impacto y de la
influencia de las tendencias contemporáneas de una filosofía nihilista
La teoría de que el hombre no es sino el
resultado de sus condiciones biológicas, sociológicas y psicológicas o el
producto de la herencia y el medio ambiente, en esta concepción del hombre hace
de él un robot, no un ser humano.
Cierto, un ser humano es un ser finito, y su libertad está restringida. Pero no
se trata de liberarse de las condiciones, hablamos de la libertad de tomar una
postura ante esas condiciones.
Crítica al pandeterminismo
El pandeterminismo es el punto de vista de un
hombre que desdeña su capacidad para asumir una postura ante las situaciones,
cualesquiera que éstas sean.
Pero en realidad el hombre no está totalmente
condicionado y determinado; él es quien determina si ha de entregarse a las
situaciones o hacer frente a ellas. Las bases de toda predicción vendrán
representadas por las condiciones biológicas, psicológicas o sociológicas. No
obstante, uno de los rasgos principales de la existencia humana es la capacidad
para elevarse por encima de estas condiciones y trascenderlas.
El credo psiquiátrico
Nada hay concebible que pueda condicionar al hombre de tal forma que le prive
de la más mínima libertad. Por consiguiente, al neurótico y aun al psicótico
les queda también un resto de libertad, por pequeño que sea.
Un individuo psicótico incurable puede perder la utilidad del ser humano y
conservar, sin embargo, su dignidad. Si el paciente no fuera algo más, la
eutanasia estaría plenamente justificada.
La
psiquiatría rehumanizada
Durante mucho tiempo la psiquiatría ha tratado de interpretar la mente humana
como un simple mecanismo y, en consecuencia, la terapia de la enfermedad mental
como una simple técnica. Me parece a mí que ese sueño ha tocado a su fin.
El ser
humano no es una cosa más entre otras cosas; las cosas se determinan unas a las
otras; pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante.